El poder de los prejuicios

Caminando por una calle, usted divisa una esquina donde alguna vez lo asaltaron. Una reacción natural es ponerse alerta o alejarse. Al llegar la hora de almuerzo ve un restaurante donde alguna vez le cayó mal la comida, entonces sigue caminando para buscar otra opción. En estas situaciones sus prejuicios, basados en experiencias previas, lo han ayudado para evitar ser asaltado o para evitarse otra indigestión. Indudablemente, los prejuicios son útiles. Nos evitan dificultades y nos alertan de problemas pasados para poder evitarlos. Sin embargo, los prejuicios también pueden perjudicar a terceros si no somos conscientes de ellos y de su impacto.

Según la mitología griega, el rey de Chipre y escultor Pigmalión se enamoró de una bellísima estatua que estaba esculpiendo, intentando hacer una mujer perfecta y a su medida. Afrodita convirtió a esta estatua en un mujer llamada Galatea. Su fantasía había sido hecha realidad. En la vida también nos ocurre lo que se denomina “el efecto pigmalión”; es decir, convertimos nuestras expectativas en realidad. Los investigadores Eden y Shani hicieron un estudio con las fuerzas armadas israelíes. Unos 105 oficiales fueron catalogados según su potencial. Cada grupo fue asignado a un entrenador diferente que recibió la información de su potencial académico. Sin embargo, en realidad no había diferencias académicas entre los grupos, simplemente se había incluido un prejuicio. Sorprendentemente “el efecto pigmalión” se reveló y las diferencias académicas en los resultados finales correlacionaron de forma elevada con los prejuicios de cada entrenador. La conclusión de éste y otros estudios fue que el factor más importante que influencia el éxito o el fracaso de un estudiante no es su coeficiente intelectual o autoestima; es lo que piensa el maestro de él.

En la empresa también se han hecho varios estudios. Suton y  Woodman hicieron un estudio donde a 20 supervisores de ventas se les dijo qué vendedores eran, ‘supuestamente’, excepcionales y cuáles no lo eran. El resultado, en los que eran ‘supuestamente’ excepcionales, fue un mayor desempeño. En otras palabras:

Nuestros prejuicios, lo bueno o malo que pensamos y esperamos de otras personas, finalmente influye fuertemente en su realidad.

¿Es consciente del poder que tiene en sus manos? Algunos forman prejuicios sobre terceros con una velocidad increíble. Algunos profesores catalogan a sus alumnos la primera vez que hablan o actúan en clase: inteligente, regular, flojo, tímido, etc. O el jefe en la empresa que al primer contacto se hace una imagen de la persona: comprometido, flojo, poco inteligente, cuadriculado, etc. Si nuestra imagen sobre terceros es tan importante para el éxito de una persona, debemos tener muchísimo cuidado en no encasillarla mentalmente en un prejuicio. Recuerde que usted y todos nos equivocamos más de una vez, pero también aprendemos de nuestros errores. Déle la oportunidad de equivocarse a sus subordinados sin ponerlos en la cárcel de sus prejuicios.

Cuentan que tres maestros paseaban por un pueblo y al más joven le llamó la atención una bandera y dijo: “Mira cómo se mueve la bandera”. El segundo maestro, le dijo: “No es la bandera lo que se mueve, sino el viento”. Luego el tercer maestro, el más viejo habló con humildad: “¿No se dan cuenta que no es la bandera ni el viento lo que se mueve, sino son sus propias mentes son las que se mueven?”.

Como menciona la historia, tenemos que mirar más allá de la realidad y observar el movimiento en nuestra propia mente.

Viva muy consciente del proceso de formación de prejuicios en su mente.

Cada vez que esté emitiendo un juicio mental negativo sobre una persona, cuestiónelo. Si usted cambia su forma de pensar los estudios demuestran que sus subordinados o alumnos tendrán muchas más posibilidades de cambiar.